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El más allá
Sentado aquí junto a mi tumba, pienso que tal vez pensar ahora de poco vale
Contemplo el suave ir y venir de las flores que se marchitan como el recuerdo de los muertos, que se va tan rápidamente como su cuerpo se enfría y se disuelve.
La sinfonía que trato de recordar, el mensaje que nunca llegó a mí, el beso que ya no es mío, el cuerpo que ya no tengo; y sigo aquí sentado, viendo el túmulo de tierra que aprisiona un cuerpo inerte, mi cuerpo, el cuerpo que nunca quise, pero que tenia y que ahora no tengo.
Soy el fantasma de lo mucho que no fue, de todo lo que se quedo atrás y me embarga la melancolía propia de los espíritus errantes, de las almas solitarias que buscan un lugar alejado de la felicidad del mundo, que se resume en una tumba olvidada, con flores secándose al sol, mientras la vida allá afuera sigue.
Sentado aquí junto a mi tumba, contemplo sin afán el tiempo que ha tomado forma para mi desespero, en incontables amaneceres y atardeceres ajenos, condenado por la eternidad, a vagar por un mundo desgraciado de cuerpos sin alma, de almas sin cuerpo.
Y he aquí que digo: Mi espíritu de flor marchita en flor marchita, de tumbas viejas y nuevas, de todo será, para protagonizar una eternidad más bien bohemia y sin gracia, que parece ser el homenaje de una vida que jamás aprendí a vivir.
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