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Veneno en los oídos (Hamlet)
El príncipe Hamlet molestaba
a su tío el rey Claudio, relatando
la andadura que un rey hacía
de su trono, hasta terminar en
las tripas de un mendigo.
Recorrido que todos haremos.
Así es como Hamlet terminó en
la tierra, siguiendo los designios
de su padre. Ironía la de Hamlet,
de morir envenenado por las
palabras de su padre, que había
muerto envenenado por el oído.
Cuántas veces nos pasa lo mismo,
de prestar nuestros oídos, o los ojos
al veneno. Demasiadas. Más de las
que deberíamos. Pero igual que las
polillas no pueden evitar ir al fuego,
nos arrojamos a consumir el ungüento
mortal, no el que usó Laertes, en
la punta de la espada, sino el que
los diario y la tele nos traen a diario.
Nos retorcemos en nuestro polvo,
nuestra mugre, nuestro barro,
hecho de mentiras y habladurías.
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