Gritaban y maldecían, querían salir de allí, se golpeaban unos contra otros, y en esta maniobra, cayó uno de los candelabros, prendió fuego sobre alguno de los tejidos y todo empezó a arder muy deprisa, alcanzando los restos de las naves adyacentes y el precioso vehículo aparcado en el callejón. La edificación quedó reducida a cenizas al poco tiempo.  Durante la madrugada cayó una gran tormenta que apagó los últimos rescoldos, pero ya se había consumido todo y no quedó resto de que allí hubiera habido un edificio alguna vez.

Pasados unos años, los terrenos fueron recalificados por el Ayuntamiento, y una mañana apareció un ejército de obreros. Llegaron con grúas, camiones y palas excavadoras, pretendían construir unas torres de oficinas muy moderna y varios hoteles con las últimas tecnologías del momento.

Las palas mecánicas extrajeron los escombros y un camión los trasladó hasta una escombrera.