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Capítulo dos
Comenzar Pero aquella noche el la galería yo aún no sabía nada de su vida, su marido y el mío se conocían y nos presentaron de forma casual, sin hacer referencia a su propia relación, si bien enseguida salió a colación que éramos casi vecinos.
-Sí, alguna vez te he visto con tus hijos por el barrio.
Era una constante que la gente me dijera que le sonaba mi cara o incluso que me habían visto a menudo sin ser yo consciente. Entonces lo achacaba a mis dos hijos que apenas se llevaban un año y llamaban la atención tan iguales, tam rubitos, tan dicharacheros a sus cuatro y cinco años.
Yo en cambio no era consciente de haber visto a Alicia y creía que habría sido sencillo reconocer aquel brillo en cualquier lugar.
-Es normal, se te ve siempre muy pendiente de los niños, en la panadería de Chantal nos encontramos un día.
-¡Ah Chantal! Es muy amiga mía, sí. Intercambiamos conversación en francés por una especie de entrenamiento. Ella nunca antes se había atrevido a correr y me pidió acompañarme.
Una conversación casual seguida de un encuentro casual en las semanas siguientes ya en la panadería. Nada extraño por otro lado ya que yo acostumbraba a pasar a comprar el pan y charlar un rato en francés después de dejar a mis hijos en el colegio.
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